Adoro girar sus perillitas para asegurar un despertar garantizado al son del choque del palillo metálico contra las campanillas...
Adoro contemplarlo porque me hace retroceder psicológicamente en el tiempo y recordar a mis abuelos y con ello el olor a leche de vaca por las mañanas, los pancitos chiquititos que compraba el abuelo para los nietos pequeños, el cuadrito con flores de colores que hizo mi abuela a crochet colgado en la pared al lado de la mesa que cada verano se alargaba más con la llegada de todos los hijos, siempre con alguna miga de pan encima.
El tablero de damas gigante que parecía el piso del que ahora es el comedor; donde se estrelló y lloré mi ocarina y donde después lloré a mi abuela muerta.
Las paredes, su papel ocre y sus adornos de bronce tan brillosos como las campanillas de este reloj...
La ventana grande donde siempre nos retaron por jugar en ella, la puerta grande que daba al pasillo rojo por donde los zapatitos de charol y los calcetines con blonditas míos y de la Yasna corrían con las tizas que el abuelo sacaba de una especie de "casillero secreto" que seguramente era el medidor de la luz o algo así...
Esa puerta grande y media apolillada que sólo se abría en ocasiones de grandes jolgorios
como la Navidad
como el Año Nuevo
Cuando todos llegaban a saludar a Doña Raquel y a Don Hugo, cuando mi mamá me vestía con vestiditos con florcitas y mis moños perfectitos caían con rizos esponjosos y elásticos...
Ese fue mi regalo de navidad para mi mamá: la hija de mis abuelos...
increíble que existan objetos que puedan desencadenar tal cadena de recuerdos...